Ludopatía: la línea roja entre el juego y la adicción

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¿Qué es la ludopatía?

La adicción patológica a los juegos de azar y las apuestas recibe el nombre de Ludopatía, una palabra proveniente del Latín compuesta por dos vocablos: “ludus”, sinónimo de “juego” y “patía” o “patheia” que significa afección o padecimiento. Sin embargo, aunque la ludopatía suele definirse como una adicción como cualquier otra, lo cierto es que va mucho más allá pues tal como su nombre indica, se trata de un padecimiento, un trastorno que altera el control de los impulsos en la persona, lo que significa que quien lo experimenta siente un deseo constante e incontrolable por los juegos de azar.

En Colombia de momento no se han desarrollado políticas públicas para la prevención y el tratamiento de la ludopatía que ayude económicamente a las personas que la sufren. El Ministerio de Salud y la Federación Colombiana de Empresarios de Juegos de Azar (Feceazar) afirman que no se ha realizado ningún estudio a nivel estatal sobre la adicción a los juegos de azar y sus repercusiones. La Ley de Salud Mental Colombiana está en vías de desarrollar una acción para presentar. De momento las leyes sí que están actuando en cuanto a prevención y aviso a apostadores colombianos, mediante carteles en casinos indicando que el juego de azar puede ser nocivo para la salud mental.

ludopatia en casinos de colombia

La OMS (Organización Mundial de la Salud) define la ludopatía o juego patológico como un trastorno caracterizado por la constante y repetitiva acción de participar en juegos de azar aún por encima de cualquier deber u obligación; incluso de su familia, sus principios y sus valores. Además, esta conducta se sucede continuamente, sin detenerse ni siquiera por las consecuencias negativas que pudiera ocasionar, tales como problemas monetarios, el separarse de los seres queridos y hasta el olvido de las propias necesidades.

Sin embargo, antes de que la OMS conceptualizara lo que es el juego patológico en 1992, ya en la década de 1980 se había tomado en cuenta el tema de la ludopatía, otorgándole una categoría diagnóstica gracias a la Asociación Americana de Psiquiatría, a través de la tercera edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos, según el cual el juego patológico se describe como un síndrome en el cual la capacidad de resistir el impulso de jugar disminuye progresivamente.

Según el DSM-V, existen algunos aspectos específicos que determinan si la persona es o no un jugador patológico, aspectos que evalúan si se presenta un comportamiento de juego desadaptativo, persistente y recurrente, tales como:

  • Se preocupa constantemente por el juego: en la mente del afectado se reviven momentos del juego, posibles estrategias, maneras de obtener dinero para seguir apostando y pensamientos similares.
  • Siente la imperiosa necesidad de jugar apostando siempre, para alcanzar el mayor nivel de excitación.
  • Fracasa una y otra vez en evitar jugar o ni siquiera se plantea dejar de hacerlo.
  • Siente inquietud o irritabilidad al momento de dejar de jugar, de separarse del juego o de que lo separen.
  • El juego resulta ser una vía de escape para los problemas personales (aspecto social, familiar, laboral o de ansiedad, estrés u otras situaciones negativas).
  • Si pierde dinero, insiste en jugar con la convicción de que puede recuperarlo.
  • Engaña a las personas de su entorno sobre el nivel real de su implicación con el juego.
  • Llega a incurrir en actos ilegales o moralmente incorrectos para financiar el juego (falsificación, robo, fraude, abuso de confianza, entre otros)
  • Arriesga relaciones interpersonales de cualquier índole, siendo el juego la máxima prioridad o lo más urgente a realizar.
  • Utiliza la desesperación como herramienta para que otros lo ayuden a financiar el juego.

En resumen, se consideraría entonces que el juego patológico es una alteración del comportamiento, (entendiendo éste como forma en que se expresa la psicología del individuo), que hace a la persona adicta al juego por la incapacidad de resistirse ante él.

El jugador patológico                                    

Cuando se utiliza la palabra “patológico”, se está manejando un adjetivo que se refiere a todo aquello que por su persistencia o recurrencia y sus implicaciones negativas, se transforma en una enfermedad. Tal es el caso, por ejemplo, del miedo patológico; miedos que sobrepasan el umbral de la normalidad y se convierten en fobias, o el tema al que se está haciendo referencia, el juego patológico, que adquiere este estado cuando el hábito de jugar juegos de azar y apuestas comienza a repetirse impulsivamente y sin control, transformándose en una enfermedad; es entonces cuando por su conducta, el sujeto en cuestión se califica como ludópata.

juego patológico

Ahora bien, al hablar de jugador patológico, se hace referencia a aquella persona que tiene una grave dependencia emocional al juego y por lo tanto una pérdida igualmente grave o total del control sobre el hábito de jugar, modificando incluso el ritmo de su vida diaria puesto que la frecuencia de juego y la cantidad de tiempo invertido en este, aumenta en exceso.

El jugador patológico puede presentar otras enfermedades de tipo psicosomático, concibiendo este término como un trastorno psicológico que ejerce una influencia negativa en el cuerpo, provocando alguna reacción o somatización contraproducente en el organismo; de ahí que se denomine “psico”, de la palabra en griego “psique” que significa mente y “somático”, que refiere al cuerpo. Estas enfermedades pueden ser adicciones conocidas como el alcoholismo y el tabaquismo y ocurre debido a que la persona que tiende a volverse adicto a estas condiciones, incluyendo esta vez los juegos de azar y apuestas, presenta un perfil psicológico muy similar en el que el individuo tiene mucha dificultad para reprimir o resistirse a comportamientos repetitivos y sufre de estrés o ansiedad, dos situaciones que no sabe manejar ni enfrentar y por lo tanto busca desesperadamente medios para escapar de sus problemas afectivos, familiares, sociales, personales, laborales o económicos; medios que encuentra en el cigarrillo, el alcohol o los juegos.

Para una persona que ha tenido un mal día o ha estado estresado, de mal humor o enfrentando conflictos, el jugar no sólo lo distrae sino que la posibilidad de ganar algún premio y más tarde lograr hacerlo es visto como una victoria gracias a la cual considera que “por fin le ha pasado algo bueno”, así que ¿por qué no seguirlo intentando? Seguidamente, (y en relación con uno de los elementos diagnósticos mencionados en el DSM-V en el que el ludópata se preocupa constantemente por el juego), la persona afectada comienza a asociar sonidos, imágenes, palabras, colores e incluso olores a las sensaciones placenteras que le produce la apuesta, de modo que cada vez que percibe alguna de estos estímulos, automáticamente recuerda los juegos de azar y siente deseos de apostar en ellos. Además de esto, el jugador poco a poco comienza a cambiar su conducta y sus actitudes, volviéndose fácilmente irritable, malhumorado, poco tolerante y ansioso.

Pero, ¿por qué el ludópata es incapaz de detenerse y sigue jugando? El juego es un acicate agradable para quien se sumerge en él, ya que mientras se distrae o se entretiene, la persona cree que puede ganar dinero fácilmente y al hacerlo logrará reconocimiento de alguna manera, ya sea por su suerte o su habilidad; resulta algo meritorio para él. Inclusive si ha perdido varias veces y repentinamente vuelve a ganar, aun si fuese algo mínimo, esta ganancia reduce el peso de todas las pérdidas anteriores y renueva la esperanza de ganar más, creyendo que puede repetirse el evento.

Al perder, el ludópata siente la necesidad de jugar para recuperar el dinero invertido y nace en él la convicción no argumentada de que puede ganar, el optimismo irracional y el pensamiento supersticioso. Esos son pensamientos sin bases que surgen en la persona afectada y conducen a que continúe jugando. Aparecen como estímulos del juego y a su vez como respuesta del incentivo que el mismo juego ejerce sobre el individuo; pensamientos que, como el comportamiento, el ludópata no puede controlar.

Por otra parte, generalmente el jugador patológico no acude a cualquier sala de juego que se cruce en su camino, sino que asiste frecuentemente a las mismas en las que empezó e igualmente a los mismos tipos de apuesta, ya que crea afinidad y vínculos con ellas, lo que apoya la idea de que puede ganar debido a que allí se encuentra acumulada su “suerte”.

Otro aspecto interesante es entender por qué el ludópata encuentra incentivo específicamente en los juegos de azar y apuestas. Ocurre porque estos tipos de juego tienen la particular característica de generar en el jugador la creencia de que en él está el poder de ganar, aunado al hecho de que requieren menos destrezas motoras y menor esfuerzo, puesto que por lo general son juegos de cartas, fichas, máquinas tragaperras y ruletas, mientras que las apuestas no requieren necesariamente de habilidad mental en cálculo estadístico o probabilidades matemáticas, aunque el ludópata tiende a tratar de desarrollar por su cuenta estas habilidades para mejorar su desempeño en el juego, sin que necesariamente sean capaces de lograr aumentar las posibilidades de ganar. Por lo tanto, son juegos en los que cualquiera puede participar y que además generan placer inmediato, que es lo que busca el jugador patológico para mantenerse distanciado de la realidad adversa a la que se enfrenta.

Síntomas: ¿cómo reconocer el juego patológico?

La manera en que un jugador habitual con riesgo a convertirse en ludópata, efectivamente pasa a ser uno, es muy progresiva, mas existen fases sencillas de reconocer en el proceso de convertirse en un jugador patológico. Estas son:

  1. Fase de ganancia: Es la llamada “suerte de novato” en la que al principio el jugador atraviesa un periodo en el que percibe las ganancias frecuentemente. Esto estimula al jugador para seguir apostando, creyendo que puede seguir ganando con facilidad.
  2. Fase de pérdidas: La actitud optimista y la convicción de que gana fácilmente, llevan al jugador a apostar con mayor consistencia, lo que no sólo hace que las pérdidas sean también más frecuentes sino más considerables, puesto que el jugador, lleno de confianza, ha comenzado a arriesgar más dinero que al principio. Entonces es cuando comienza a jugar ya no por ganar sino por recuperar lo perdido.
  3. Fase de desesperación: Generalmente, para este punto el ludópata promedio ya ha generado una deuda que le causa estrés y ansiedad por devolver el dinero rápidamente. Entonces es cuando busca ayuda de sus familiares y amigos para saldar dicha deuda o bien comete actos delictivos en busca del capital. También genera rechazo social, reputación negativa y el deseo de volver a percibir las mismas sensaciones positivas y de placer que sentía al inicio. Por otra parte, en esta fase también se refuerza el padecimiento de ansiedad, estrés y depresión o bien estas condiciones comienzan a desarrollarse en la persona.

Aun con todo esto, no todo el que disfruta del juego necesariamente es o llegará a ser un ludópata, pero existen algunas señales de alerta fáciles de identificar en alguien que se sospeche que es adicto al juego, tales como:

  • Cree que tiene habilidades especiales para ganar un juego de azar, algo falso porque la idea de un juego de esta índole es que precisamente no intervienen las habilidades del jugador, sino la probabilidad de que su jugada coincida con el resultado ganador.
  • Cree que cuenta con mucha “suerte”, un elemento que no es comprobable ni tangible.
  • Comienza a aumentar la frecuencia con la que juega.
  • Aumentan las pérdidas monetarias y con ello el endeudamiento.
  • Omite lo que haya podido perder y recalca solamente lo que ha ganado.
  • Siente inquietud o se vuelve irritable si no puede jugar.
  • Prefiere jugar solo y le molesta la compañía.
  • Miente sobre el tiempo que pasa jugando o la cantidad de dinero que pierde.
  • Se distancia de amigos y familiares.
  • Continuamente piensa en el juego y cómo obtener dinero para seguir invirtiendo en él.
  • Presenta otras adicciones o condiciones como ansiedad y depresión, que pueden ser la causa de adicción al juego o bien consecuencia de este.
  • Está constantemente preocupado por no ser descubierto jugando o perdiendo dinero.
  • Siente un deseo incontrolable de recuperar dinero, de restarle importancia a la situación y de vencer a la máquina o a otros competidores.
  • Está convencido de que “puede controlarlo” o “dejarlo cuando quiera”, sin embargo no es capaz de reprimir su necesidad de jugar.
  • Necesita apostar grandes cantidades de dinero en el juego para sentir excitación en el mismo.

Todo esto mantiene al ludópata en un círculo vicioso que resulta adictivo y difícil de vencer para él, un comportamiento que empeora progresivamente; es una enfermedad que se desarrolla con el tiempo, en meses o años, y muy rara vez inicia con la primera apuesta.

Para el jugador compulsivo, más allá de ganar dinero se trata de mantenerse emocionado, de generar excitación. Esto implica arriesgarse cada vez más con sumas elevadas que en ocasiones ni siquiera puede permitirse pagar. Así, sigue apostando con la esperanza de ganar la suma requerida, volviéndose un patrón de juego, de conducta y de actitudes.

 

Causas de la ludopatía

Por lo general, el jugador inicia el juego como un pasatiempo o mero entretenimiento. Puede ir con amigos, familiares o compañeros de trabajo y apostar por diversión en ciertas ocasiones. El problema inicia cuando esto se convierte, más que en un hábito común de unas cuantas veces, en una costumbre, aumentando la frecuencia con la que lo practica empezando a desarrollar la necesidad de jugar constantemente y la preocupación por el juego. Entonces dejará de razonar al respecto y perderá la objetividad sobre el modo en el que está jugando, convencido de que sigue siendo normal y que tiene todo bajo control. Allí es cuando las apuestas frecuentes y los juegos de azar comenzarán a flexibilizar sus prejuicios sobre lo que es correcto y lo que no, sobre cuánto gastar y cuándo jugar, pasando de apostar sólo el cambio de la compra, a apartar altas sumas de dinero con el único objetivo de ponerlo en la mesa de juego.

La ludopatía afecta a hombres y mujeres, aunque es más frecuente en los hombres y en ellos suele comenzar a más temprana edad, en la adolescencia, mientras que en las mujeres inicia entre los 20 y los 40 años. El cerebro de los jugadores compulsivos reacciona tal como lo haría el de un adicto al alcohol, el cigarrillo o las drogas, y como en estos, las situaciones de ansiedad, estrés y depresión pueden reforzar los problemas de juego patológico.

 

Consecuencias del juego compulsivo

La adicción al juego puede devenir en una gran cantidad de situaciones adversas y problemas que afectan al ludópata e inciden en los diferentes ámbitos en los que se desenvuelve la persona, ya sean, laborales, familiares, sociales, personales o económicos. Para empezar, genera ciertas distorsiones cognitivas referentes al azar, como la ilusión de control sobre sí mismo y el juego, la confianza desmedida en su propia suerte o los pensamientos de optimismo irracional en los que se cree que la probabilidad de conseguir un premio o ganar es muy alta; esto genera una percepción de la realidad confusa y por lo general, equívoca.

También produce alteraciones fisiológicas como el aumento del nivel de estrés, el desarrollo de la ansiedad, la depresión o malestar físico, así como taquicardia o incluso ataques cardíacos durante el juego debido a la alta excitación. Emocionalmente produce cambios constantes de humor, irritabilidad, agresividad, baja autoestima y culpabilidad por la falta de control  y el gasto de dinero en momentos donde la razón se hace presente.

En el entorno familiar puede ocasionar desatención de las personas cercanas, separación, falta de comunicación, engaños a la familia o la pareja, divorcio e incluso puede perjudicar el comportamiento sexual. En lo laboral o escolar ocasiona bajo rendimiento, desmotivación y ausencias, lo que puede llevar al despido en el caso del trabajo y al fracaso en ambos aspectos. En cuanto a lo social ocurre el desentendimiento de las amistades, desapegos y pérdida de relaciones importantes.

 

Factores de riesgo

Jugar ocasionalmente juegos de azar o ir al casino con los amigos no quiere decir que una persona esté en condición de desarrollar problemas de adicción a las apuestas. Existen factores de riesgo que hacen que algunas personas sean más propensas a convertirse en jugadores compulsivos que otras; estos son:

Padece de otros trastornos y adicciones: las personas que no controlan el impulso de jugar, muchas veces también tiene problemas de abusos de sustancias, así como trastornos del humor, de personalidad o depresión. Incluso quienes sufren de déficit de atención e hiperactividad (TDAH)  tienden a ser más propensos a caer en el juego compulsivo.

Edad: la ludopatía con frecuencia se presenta entre los más jóvenes antes que en los adultos y personas mayores.

Sexo: el juego patológico es más común en hombres que en mujeres, y estos, además, tienden a presentar este trastorno a edades más tempranas que en las mujeres, pues les suele costar más controlar sus emociones y caen en depresión fácilmente, encontrando en el juego una forma de escape de sus problemas (mayormente económicos).

Influencia familiar: si el padre o la madre era ludópata, hay mayor probabilidad de que el hijo lo llegue a ser debido al ejemplo recibido.

Ciertas características de la personalidad: las personas inquietas, que se aburren con facilidad o que son excesivamente competitivas suelen tener mayor facilidad para actuar compulsivamente ante el juego.

Para prevenir la conducta patológica ante el juego, no hay una manera exacta o una guía a seguir, sin embargo lo mejor es diagnosticar y evaluar si  el individuo posee alguno o varios factores de riesgo que pudieran llevarlo a convertirse en un ludópata, en cuyo caso la mejor solución sería evitar los juegos de azar para no caer en la tentación de volverlo un hábito que más tarde resulte contraproducente. También es importante el reconocimiento temprano de los síntomas para buscar ayuda psicológica profesional, a través de un psicólogo o psicoterapeuta,  antes de que el comportamiento compulsivo se intensifique o se refuerce. Además es menester enseñar a jóvenes y niños la importancia de trabajar y conseguir bienes a través del esfuerzo propio, en lugar de mostrarles la aparente bondad del dinero que se gana “fácilmente” en los juegos de azar pero, peligrosamente puede llegar a ser un grave problema si se sale de control.

 

Ludopatía: ¿Enfermedad o vicio?

Si bien es cierto que en la actualidad los juegos de azar y de apuestas se suelen ver como actividades de ocio, entretenimiento y distracción y gracias a la publicidad y el embellecimiento que se les hace debido a la posibilidad de ganar dinero o premios sin mayor esfuerzo, lo cierto es que no son tan inofensivos como parecen, algo que se demuestra con una simple contradicción: si son juegos inofensivos ¿por qué están prohibidos para menores de edad? Esta regla acepta implícitamente que pueden ser peligrosos para la salud mental y la vida normal de cualquier niño, aunque en realidad puede serlo para cualquier persona, aún si quienes promueven y apoyan esta actividad asumen que los adultos son capaces de controlar sus impulsos compulsivos por apostar.

De esta manera se responsabiliza indirectamente al jugador por no ser capaz de controlarse en el juego, en lugar de evidenciar que el juego en sí mismo tiene una alta influencia y es un estímulo excitante para cualquier persona, aún más si ésta es propensa a transformar el hábito de juego en una patología. Cuando esto ocurre, se comienza a llamar al afectado “vicioso”, un calificativo con una carga bastante negativa que pretende criticar, juzgar y culpar al ludópata, en lugar de ver en éste una persona que no es capaz de controlar su conducta y que es más bien víctima de un trastorno psicológico.

Ciertamente, el término vicioso está lleno de prejuicios y es utilizada como un insulto, pues categoriza al individuo como alguien que tiene una actitud inmoral, mal vista o no aceptada por la sociedad, una persona que cae fácilmente en la tentación y en el placer de manera consciente. Pero el asunto es que la persona suele no ser consciente de su nivel de adicción; al contrario, siente que está en sus manos y que todo está bajo control, de manera que sólo por momentos puede sentir culpa o remordimiento que el mismo trastorno se encarga de acallar, deslizando pensamientos involuntarios sobre la urgencia del juego y la idea de que “no tiene nada de malo”.

Por lo tanto es fácil concluir que no se utiliza el término “vicio” al hablar del juego patológico porque esta sea la palabra correcta, sino porque al tratarse de una adicción y por ende, una conducta socialmente incorrecta, se le califica con esta palabra que posee una connotación peyorativa y despectiva, tratándose entonces de una categorización subjetiva y no de un diagnóstico argumentado. Sin embargo, la ludopatía es en realidad una enfermedad que afecta la mente, un trastorno psicológico que debe y puede ser tratado por profesionales y no solucionado por la persona enferma sin ningún tipo de ayuda.

 

Tratamiento: ¿cómo ayudar a un jugador compulsivo?

Como cualquier otro trastorno o enfermedad, lo principal es reconocer cuál es el problema. Los ludópatas difícilmente reconocen que necesitan ayuda, por lo general aceptan acercarse a recibir tratamiento debido a la presión familiar, conyugal o de personas cercanas. Se trata de un trastorno crónico que si no se detiene, empeora progresivamente, e incluso tras haber sido tratado, el paciente puede incurrir en recaídas tiempo después. Pero aun con todo esto, el ludópata tiene un buen pronóstico si se aplica el tratamiento adecuado y se lleva el caso de manera personalizada, atendiendo a las necesidades específicas del individuo en cuestión.

Algunos de los elementos sugeridos al momento de tratar a un jugador compulsivo son los siguientes:

  • Aplicar la Terapia Conductual Cognitiva (TCC) que ayuda al paciente a entender cómo piensa acerca de sí mismo y lo que le rodea, así como modificar la forma en que piensa (cognitivo) y cómo actúa (conductual).
  • Asistencia a grupos de apoyo y autoayuda: tal como Alcohólicos Anónimos, existen grupos para los jugadores compulsivos como Jugadores Anónimos Colombia o la Fundación Colombiana de Juego patológico, que los ayudan, a través de programas y estrategias, a reconocer su situación, los motivos por los que lo hacen y cómo enfrentarlos. El rodearse de personas con la misma condición resulta en un apoyo efectivo que reduce la culpabilidad y aumenta la confianza en sí mismo, además de que permite aprender de la experiencia del otro.
  • Acudir al psicólogo o terapeuta: siempre es importante la ayuda de personas expertas en el tema que puedan guiar al ludópata a través del camino de la abstinencia al juego y el control de los impulsos.

No existe un tratamiento único ni se ha comprobado que exista un método universal eficaz, pero los psicólogos y psiquiatras coinciden en que es importante el apoyo familiar, laboral y de cualquier persona cercana, que lejos de culpar al ludópata o juzgarlo, sean capaces de sentir empatía y ayudarlos a conseguir la solución a su problema. Esto es debido a que la causa principal de que una persona se convierta en jugador compulsivo, es precisamente a que ve en este hábito una forma de escape de la realidad en la que se siente incomprendido, deprimido y presionado, por lo que es necesario modificar su perspectiva de la realidad y hacerlo sentir cómodo en ella y capaz de valerse por sí mismo, confiando en quienes lo rodean.

Si se quiere ayudar a un ludópata a salir de su situación, lo principal es entender en qué consiste el juego patológico y reconocerlo como un trastorno, un problema que afecta a la persona y que ésta no puede controlarlo por sí sola. Para alguien que no actúa de manera compulsiva ante ninguna sustancia o actividad, esto puede parecer muy difícil de entender, pero para el ludópata es imprescindible ser comprendido en su situación, puesto que no fue su elección volverse un adicto al juego y por lo tanto no es algo a señalar, criticar o estigmatizar.

Lo siguiente es entender cómo se siente el ludópata ante la situación, específicamente. No todos reaccionan, piensan y se sienten igual al respecto; algunos reconocen que son adictos; otros no, algunos se sienten culpables, otros creen que aún tienen el control. Es importante saber en qué condición se encuentra el individuo y buscarle una solución personalizada según cómo ve él ve la situación. Por otra parte, es necesario relacionar de manera inteligente el juego con los problemas que este ocasiona, pero evitando hacerlo de modo que el jugador compulsivo se sienta atacado o regañado, debido a que difícilmente el ludópata reconoce las consecuencias de su juego adictivo y es capaz incluso de negarlas, solo por no sentir remordimientos de consciencia al respecto.

Cuando el ludópata finalmente sea consciente de que lo es, lo que debe hacer es informarse en profundidad sobre esta condición, hablar con especialistas o leer al respecto para entender con exactitud lo que le sucede y buscar ayuda psicológica para revertir el trastorno o evitar seguir cayendo en él, para lo cual deberá abstenerse de jugar y evitar a toda costa las apuestas; en este aspecto es imperioso mostrarle otras alternativas saludables y entretenidas para invertir su tiempo de ocio y no continuar pensando en el juego ni preocuparse por él y en su lugar realizar actividades beneficiosas para la salud y su bienestar.

En resumen, la mejor forma de ayudar al jugador compulsivo es brindarle apoyo comprendiendo su condición, pero sin dejar de mostrar el problema tal cual es, motivándolo a buscar la solución al mismo y con ello recuperar el control de sus pensamientos, su conducta y su vida diaria.



Autor: © PSIGUIDE